martes, 10 de julio de 2012

Literatura y cine: Cinelandia (1923)


Una de las novelas más queridas por mí, Cinelandia, de mi bien admirado Ramón Gómez de la Serna. Este artículo lo presenté como uno de los trabajos de doctorado en los que sumé mis dos aficiones favoritas: la literatura y el cine.

A modo de introducción diré que este trabajo sobre la intertextualidad en Cinelandia, una obra de Ramón Gómez de la Serna­ (o simplemente Ramón, como le gustaba a él mismo), publicada en 1923 por la editorial Sempere de Valencia y revisada en 1927, se estructura de forma tripartita atendiendo a tres elementos: el ­título de la novela, los personajes y los objetos. 
Tapa de la primera edición, 1923
En primer lugar, y en lo que respecta al título, decir  que Cinelandia es el trasunto del Hollywood de los happy twenties, una ciudad cosmopolita, meca y casi monopolio del cine mundial, que acaparó todo el mercado desde la primera guerra mundial. Es­ta afirmación no es cierta como tal, sino que necesita matizaciones, como considerar que Ramón nunca estuvo en Hollywood y, por tanto, sus fuentes de información no fueron de primera mano, si­no que su conocimiento de la metrópolis del cine fue, en mi opinión, indirecto a través de las numerosas revistas que se hacían eco de las noticias sensacionalistas que se daban en relación con esta ciudad, que era considerada como modelo de perversión. Ramón le da a su Cinelandia unas coordenadas topográficas­ que corresponden casi perfectamente a las del Hollywood de la época: una ciudad pequeña (Cinelandia o Hollywood) independiente económicamente, pero dependiente poiíticamente de otra más gran­de (la metrópoli, Los Ángeles), situada cerca del mar y rodeada por desiertos (motivo principal del traslado de la industria del cine del este al oeste por la disponibilidad de luz todos los días del año). 
Lomo de la primera edición
 Ramón, por tanto, forma con este neologismo un topónimo, que viene a significar literalmente "país del cine", al que define irónicamente como "una ciudad falsa, inventada sólo para el ­juego y la apariencia" , una ciudad de veraneo constante o "el ­lugar de mejor clima del mundo" (9); éstas son algunas pinceladas de la ciudad inventada por Ramón, por donde deambulan una serie de personajes relacionados directamente con la industria del cine, que forman una fauna variopinta en la que nadie sale bien­ parado de la pluma ramoniana, porque, como dice Morris (1980): ­"using the satirist's classic tools of hyperbole, caricatura, and grotesque deformation, he created a world as false, as absurd as the one he parodied" (Morris, Cyril Brian, This Loving Darkness. The Cinema ­and Spanish Writers (1920-1936), Oxford, University of Hull Publications, 1980, p. 19).
Edición con la que he trabajado
Para estudiar la intertextualidad en la confección de los­ personajes, haré una subdivisión puramente formal entre los que tienen nombres propios y los que carecen de tal. Esta diferenciación es arbitraria porque todos los personajes tienen una génesis común, la imaginación de Ramón, y desempeñan la misma función irónica o satírica que les viene dada por el influjo de la ciudad. Más que personajes, Ramón crea tipos irónicos, caricatu­ras de los verdaderos intérpretes del mundo del cine, a los que da nombre ficticio, que no corresponden a los verdaderos, pero ­que podrían ser, de igual manera, los nombres artísticos que aparecieran en las carteleras y pantallas de todo el mundo. Max York, EIsa Broters, Carlota Bray, Virginia Coper, Mac Porland, ­Ernesto Word, Carlos Wilh, Elena Asper... no han figurado nunca en ninguna cartelera de ningún cine, pero se podrían confundir­ con otros nombres como Charles Chaplin, Mary Pickford, Lillian Gish, Virginia Rappe, Douglas Fairbanks, Rodolfo Valentino, Ros­coe Arbuckle, Theda Bara... Ninguno de los nombres del primer grupo corresponde directamente con otro de la segunda serie, si­no que todos los personajes ramonianos participan de rasgos comunes a los actores de carne y hueso. Estos nombres no son significativos dentro de la novela, ni sirven de pista para reconocer a un actor en ellos, sino que su función es la de diferenciarlos unos de otros para no confundirlos; lo que da rasgo a los personajes es su actuación dentro del relato, su comportamiento en Shadowland es el que determina su fisonomía, que está hiperbolizada­ para dar una sensación de totalidad e univocidad al tipo que re­presenta.
Ramón en su estudio con su mejor amiga
 Las páginas de Cinelandia son una continua galería de tipos cinematográficos que pueden existir o ser una mera recreación,­ lo que llama Ramón "gremio de caracteres" (52); aparte de los actores principales, directores, productores, y otros, existen ti­pos como: los "hombres malas", los “japoneses", el "gag-men", el "apuntador de la expresión', el "animador", los "tenebrosos", el "niño prodigio", los "negros", el "borracho ideal", el "hombre ­camaleón", los "gordos del cine", los "falsos toreros", los, "censores", las "princesas rusas", y algunos otros más. Todos forman parte de un gremio que lo diferencia del resto, y a cada gremio le corresponde un presidente, aparte del común a todos los personajes de Cinelandia, ésta cabeza visible del clan es el arqueti­po perfecto de los de su especie, y esta arquetipicidad es la que lo convierte en presidente. Si, por ejemplo, se necesita a­ un "gordo del cine" para un papel, se intentará conseguir al más representativo de los "gordos" para dar más importancia a la pe­lícula, son casi tan necesarios como los actores principales pa­ra aumentar el éxito de la película: "esposo obeso (...) que era su perseguidor de las películas, y cuyo odio de verdadero esposo engañado, había sido utilizado por el cinematógrafo con tanto éxi­to" (59). Pero ser actor de un sólo papel no siempre es bueno porque: "el manicomio del cinematógrafo está lleno de gente que se había quedado en un papel" (82), por lo que son internados en el llamado "Museo de la Expresión" (81), un nombre piadoso a es­paldas de la realidad, puro artificio.
Fatty Arbuckle: el gordo del cine mudo caído en desgraciaen 1921
Pero no todo son nombres sin significado real, Ramón utili­za otra serie de nombres con referentes más o menos inmediatos a su  poca con función intertextual, más cercanos a la realidad de un europeo cosmopolita como Ramón, que a la de un habitante de Hollywood. Dentro del ámbito toponímico utiliza varios nombres ­de ciudad o de región para formar imágenes comparadas a la realidad imaginaria de Cinelandia: "había mucho de veraneo de Deauvi­lle que fuese a la vez una Meca del mundo" (9), aparte de Meca,­ suficientemente contextualizada y de uso común, Ramón compara a Cinelandia con una Deauville (ciudad de Francia conocida por ser un centro turístico) siempre de veraneo; "una población de chalets de la Costa Azul, sin costa" (7), una de las costas de veraneo más famosas de Francia; "Cinelandia es la nueva Jerusalem y por eso no quedará piedra sobre piedra dentro de unos años" (90) es lo más parecido a una sentencia bíblica, pero de clara signi­ficación al referirse a una ciudad que no resistió el paso de los siglos; "el escapulario de la huérfana que encontró el Poto­sí, según el plano que se debió a su iniciativa" (151), región­ de América famosa por sus minas; "el presidio de Cayena" (202),­ capital de la Guayana francesa célebre por tener un penal que se cobró numerosas víctimas; "mandó clausurar Cinelandia, la nueva Gomorra y Sodoma", otra nueva sentencia bíblica, que por manida, no deja de ser efectiva.
Jean-Gabriel Domergue(1889–1962) fue un pintor francés de estilo Art Decó
             Por otro lado Ramón juega con otros nombres propios cuyo referente está claro en la mente del lector, sean referentes directos o indirectos. Ramón cita a actores lo suficientemente conocidos como para utilizarlos, no como personajes de la novela, sino como elementos comparativos de una realidad, los nombres relacionadas con la industria del cine, contrastada con una ficción, los habitantes de Cinelandia. Un pasaje que refleja esta peculiar situación es el de la descripción del "Museo de la Expresión" donde el narrador exclama: ¡Cuantas Francescas Bertinis que no pudieron sobre­vivir a su eterna postura! ¡Cuántas Menichelis de brazos largos y desnudos que ponen asas a la estética! ¡Cuántas Borelis como fuentes interminables de su expresión! ¡Cuántas Mary Pickford plantadas en una ingenuidad que ­ya ni oye ni entiende, con su maletín de viaje colgado de las manos siempre, en un eterno andén de película! (83) 
Mary Pickford: la primera novia de América
     En este manicomio no está ninguno de los nombres propios que se dan, sino que sirven como primer término de la comparación cuyos referentes son unas actrices sin nombre que enloquecieron de tanto hacer una pose característica en su carrera, co­mo la pose que caracterizaría a las actrices citadas si éstas hubieran enloquecido. Es de resaltar que Ramón hace un guiño de complicidad al lector al citar cuatro nombres propios de actrices: Mary Pickford aún hoy es bastante conocida como una de las más importantes actrices del cine mudo, Francesca Bertini era en su tiempo una conocida actriz italiana del cine mudo que tuvo cierta fama, pero ninguno de los otros dos nombres he podido localizarlos; lo que me hace pensar que son también una invención de Ramón, apoyado en el detalle de la ausencia de los nombres de pila, cosa que no ocurre con las otras dos actrices.
La Bertini
            También relacionado con nombres de actores, pero en otra dimensión, se encuentran referencias a personas de carne y hueso relacionadas con la interpretación escénica, pero que son utili­zados con intención satírica aderezada con una fina burla o iro­nía, poniendo al mundo imaginario de Cinelandia por encima del ­real, es el caso de Cléo de Merode, una conocida bailarina belga considerada como una de las primeras artistas contemporáneas, ­pero que su fama y su referencia en Cinelandia se debe a sus su­puestos amores con un monarca europeo y por su peinado característico llama a la Cléo que le cubría siempre las orejas, lo que hacía correr rumores, de los cuales no se sustrae Ramón, uno de los cuales refleja en su novela, el de su falta de orejas por haberlas perdido en alguna aventura amorosa. Ramón habla de un escándalo saltado por la proyección en París de una película titulada: "Cléo, la gran danzarina parisién, sus amores, su vida ín­tima", criticada por la misma Cléo por no ajustarse a la verdad, y por parecerle que la actriz no es convincente, mientras que la protagonista del film opina que su actuación estaba por encima­ de las propias vivencias de la bailarina belga, de ahí la ironía de Ramón que hace confundir la realidad con una ficción, que in­cluso es considerada en Cinelandia como superior a la realidad­ misma.
Cléo de Merodes y su famoso peinado
             Otro caso es el del torero Espartero, un popularísimo espa­da de finales del siglo XIX que era víctima de los toros y de su arrojo, lo que le proporcionó muchas cogidas y una muerte san­grienta por un Miura que respondía al nombre de perdigón, lo que produjo grandes manifestaciones de dolor y luto en Madrid y Sevilla, su ciudad nata. Ramón trae a colación este diestro cuando describe el tipo de los "falsos toreros" (143), que siempre andan vestidos de luces, hablando de toros y pavoneándose, pero que nunca se han puesto delante de un toro, ahondando aún más en la artificiosidad de la vida en Cinelandia.
Espartero: un predecesor de Manolete y Paquirri
            En otra de sus pinceladas Ramón escribe que: "la vida huma­na es como una de esas caricaturas de los veraneos claros de Sem en que todas las siluetas nos debieran ser conocidas" (68), este Sem resulta ser Goursat Sem, un famoso caricaturista francés, gracias a un álbum de deportistas célebres que le reportó numerosas ofertas de todas las revistas de la época del cambio de siglo.
El caricaturista y una de sus obras
             De forma anecdótica en la narración, señalar que Ramón cita a Chaplin y a Mary Pickford como nombre de uno de los cócteles ­que se preparan en el "Bar Principal de Cinelandia" (63).
            Para concluir con los personajes, resaltar una última intertextualidad relacionada con nombres  propios con significación en­cubierta, pero con interesante carga irónica: uno de los personajes se llama Pay Pay, que gracias a la similitud fonológica, se puede identificar como el abanico de palma en forma de pala y con mango llamado paipai o paipay; también el presidente de los borrachos se llama Pernot, nombre de una bebida, es una personi­ficación irónica. También tenemos al hijo de un multimillonario que quiere casarse con Carlota Bray, que responde al nombre de ­Worfeller, y cuya característica es ser "el hombre de la cara de barro" (205), datos suficientes para identificarlo con el mítico nombre Rockefeller, sinónimo de riqueza. Gracias al juego de pa­labras de Ramón, que cambia rock, que en inglés significa 'roca', por Wor, se produce la inversión del referente al ser de barro y no de roca como el original.
El erótico John Davison Rockefeller
            Los objetos, a partir del modernismo, pasan a tener una ca­tegoría distinta para los escritores, ya no son meros apoyos circunstanciales y accesorios, sino que han adquirido un rango propio con la llegada de la técnica y, sobre todo, de la publicidad y el consumo, adoptan una naturaleza metonímica a veces, la mar­ca es el sustituto del objeto, y tienen un valor intrínseco por­ sí mismos que les dan autonomía. Dentro de esta función metoními­ca Ramón incluye tres famosas marcas que han quedado como nombre común para designar los objetos en general: "escaparates atesta­dos de anuncios de Colgate" (35) donde Colgate viene a significar la marca de pasta dentrífica por excelencia, "bellezas que ­están más allá de la fotografía, como en otro mundo más remoto ­que el del kodak para las bellezas" (68) considerando kodak como la película fotográfica, y "¿qué relación hay entre el cinemató­grafo y la Gilette?" (123) teniendo a Gilette como sinónimo de­ hoja de afeitar.
Anuncio francés de las cámaras Kodak de 1916.
            Los objetos modifican el entorno de los personajes condicionándolos, aunque su referencia influya en el objeto directa o indirectamente en el desarrollo de la descripción. Una referencia directa puede considerarse la "enfermedad kliegeyes que producen los focos Klieg" de el nombre de la enfermedad es un nombre compuesto entre klieg, el nombre de los focos (no he podido saber si existe esa clase) y eyes palabra inglesa que significa ­'ojo'; esta enfermedad afecta a los actores, que tras largas se­siones de rodaje bajo los potentes focos, ven afectada su visión y en caso de perderla totalmente ingresarían en el "asilo de ciegos" (93). Otro caso mimético, pero que afecta indirectamente los personajes son "los espectrales Mongolfiers de su humo", los primeros globos aerostáticos que se elevaron en virtud de la ra­lefación producida por el fuego en el aire contenido en ellos, ­que adoptaron el nombre de sus inventores. Por último, y también de forma indirecta, dice Ramón: "el cridado elegantísimo del señor presidente, más criado de kursaal que criado palacie­go" (191), en este caso no afecta directamente a ningún persona­je, sino que es una apreciación subjetiva del escritor que acen­túa aún más los rasgos específicos del criado, porque el kursaal es una palabra etimilógicamente alemana, que significa kur 'curación' y saal 'sala', y funciona como un lugar de esparcimiento ­provisto de toda suerte de diversiones, es una aseveración que incide un poco más en la condición de Cinelandia como lugar de ­esparcimiento, de "turismo permanente" (67).

the Klieg Lights

             A modo de conclusión desarrollaré dos aspectos, uno tratado ya, y otro nuevo sugerido subjetivamente con los ejemplos dados hasta este momento. Ya dije anteriormente que la fuente de documentación básica la sacó Ramón de las numerosas noticias sobre los escándalos y­ la vida desenfrenada de los habitantes de Hollywood, que se publicaban constantemente en las publicaciones españolas, que se hacían eco de la vida lujuriosa, desenfrenada y llena de lujo de la meca del cine mundial. Si el cine es artificio, no menos artificio es el mundo que describe Ramón en Cinelandia los persona­jes no viven como personas normales, sino que el mundo cinemato­gráfico preside todo lo que ocurre en la novela dándole un "barniz ficticio a todo lo que se describe, es un mundo donde no ca­be la realidad, los personajes siempre están actuando como si Ci­nelandia fuese un escenario perpetuo. El desenlace de la novela es una nueva escena del plató cinematográfico que es Cinelandia, el gordo Carlos Wilh en una fiesta desenfrenada intenta agredir sexualmente a Carlota Bray, de la reyerta muere la cándida Carlóta, la censura y el poder de la metrópolis obligan a cerrar Cinelandia. De este desenlace se pueden sacar dos conclusiones en relación con la intertextualidad, la primera viene dada por un he­cho que acaeció en 1921 en Hollywood, que tuvo gran resonancia­ en la prensa, "la muerte de la starlatte Virginia Rappe durante una orgía en la que participaba el obeso cómico Roscoe Arbuckle, Fatty, a quien le fue imputada", de lo que se coliga una clara intertextualidad. Este hecha, unido a otros escándalos en años ­posteriores trajo consigo la creación de un código interno de censura denominado Código Hays, llamado así porque estaba redac­tado por la figura del exministro de correos Will Hays, que no ­entró en vigor hasta 1930. ¿No predijo Hamón la implantación de este código en 1923? En el capítulo titulado "La censura" (170), cuenta Ramón que un grupo de comadres y de señores de negro se ­reunen "alrededor del cinematógrafo jesuítico de la censura cen­tral" (170) para acortar los besos y los abrazos que sólo pueden durar un metro de película, a sea, dos segundos; quieren censurar a Carlota, pero si la censuran, no podrán verla ellos nunca más porque no se puede volver a ver una película censurada. Me ­pregunto si no estamos en el fenómeno inverso a la intertextualidad, es totalmente improbable que Hays se basara en Cinelandia para implantar el código, lo más probable es que se trate de una coincidencia. Lo que es demostrable es que las intenciones de Hays fueron un intento de cortar el desenfreno de una ciudad, con unas intenciones de fondo mucho más lucrativas, de no matar la gallina de los huevos de oro. Las motivaciones de Ramón son­ mucho más firmes, el cine no es el principal interés suyo, sólo lo aborda como posibilidad literaria, no tiene reparos en clausurar la ciudad al menor descuido grave, siendo una forma de cerrar sus relaciones con el cine, además de conseguir un final efectista.
Virginia Rappe, la aspirante a artista
 El principal aporte de Ramón a la literatura son las greguerías, y como dice Paco Umbral: "cada frase, en las novelas ramo­nianas, es un proyecto de greguería, una greguería con éxito o ­fracasada, antes que frase pensada como parte de un todo  Este es el caso de Cinelandia, en que todas las descripciones de ambientes o de personajes están pensadas desde el modelo de la greguería, como por ejemplo, "grandes armarios de corredera en los que toda maniobra es como una maniobra ferroviaria" (19) o "huyó a la sacristía a esconder su rostro en el pozo de los brazos echados sobre la mesa" (193), etc. Éste es un caso claro de auto-intertextualidad, donde Ramón hecha mano, no sólo en esta obra,­ sino en todas las de su producción, de uno de sus recursos literarios, que favorece la artificialidad del mundo descrito en Ci­nelandia donde se mezcla la realidad material con la ficción in­ventada por el autor, a la que carga con una ironía no exenta de humor e inversión de la realidad, lo que, en suma, nos muestra­ una caricatura del Hollywood de la época, hecha a distancia y subjetivamente.
Ramón y su pipa se despiden de nosotros
Cinelandia es, en definitiva, un mundo de greguerías, cuyo representante máximo es "el niño prodigio del cine, verdadera máquina de greguerías" : "que el elefante es un animal de procesión", "Cinelandia es la nueva Jerusalem y por eso no que­dará piedra sobre piedra dentro de unos años", "las pelotas de fútbol son las botas más remendadas que se conocen", "todos los personajes del cine son mineros enrique­cidos", "la piña es un adorno arquitectónico que se come", "el acordeón suena a sótano triste", "el deseo más ferviente de las mujeres es cambiar de camisa", "los perros son tan asquerosos que hacen maricas a los hombres", "la enorme boca del hipopótamo es un buzón para­ las cartas dirigidas a Mesopotamia"... (90-91)

BIBLIOGRAFÍA

Artículos:

*  Durán, Manuel, "Origen y función de la greguería". En Dennis, Nigel, Studies on Ramón Gómez da la Serna, Otawa, Otawa Hispanic Studies 2, 1988, p.p. 113-128.
*   Henn, David, "La gran ciudad falsa: Cinelandia, de Ramón Gómez de la Serna". En Cuadernos hispanoamericanos, 350,1979, pp. 377-387.
*     Morris, Cyril Brian, "Cinelandia: Ramón en Shadowland". En Dennis, Nigel, Studies on Ramón Gómez de la Serna, Otawa, Otawa Hispanic Studies 2,1988, p.p. 153-171.

Libros:

*      Gómez de la Sarna, Ramón, Cinelandia, Madrid, Nostromo, 197 4.
*      Granjel, Luis S., Retrato de Ramón, Madrid, Guadarrama, 1963.
*      Gubern, Román, Historia del cine, Barcelona, Lumen, 1982, ­2 vols.
*   Morris, Cyril Brian, This Loving Darkness. The Cinema and­ Spanish Writers         1920-1936, Oxford, University of Hull Publications, 1980.
*   Nora, Eugenio G. de, La novela española contemporánea, Madrid, Gredos, 1973, 3 vols.
*     Ponce, Fernando, Ramón Gómez de la Sarna, Madrid, Unión Editorial, 1968.
*     Umbral, Francisco, Ramón y las vanguardias, Madrid, Espasa­ Calpe, 1978.­

¡Que aproveche! Un cordial saludo. 
Aitor Hernández Eguíluz  


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